Un San Fermín sobre ruedas

Cautivados por el poder que esta fiesta irradio en Hemingway decidimos adentrarnos en ella de cabeza, aunque con una pequeña diferencia, nosotros lo hicimos sobre una bicicleta. Reconozco que no estaba en uno de esos días en los que pudiera afirmar que me encontraba en pleno uso de mis condiciones mentales. Ya sabéis como funcionan estas cosas, recibes una llamada mientras estas haciendo algo importante de la que solo consigues quedarte con algunas palabras, consigues retener algunas frases incompletas y acabas contestando: “Ah vale, me parece bien.” 

Un San Fermín sobre ruedas

Al poco rato empiezan a llegar, como si vinieran de muy lejos, el resto de palabras y algunas frases que ya parecen tener más sentido a lo más profundo de mi cerebro y de repente, como si despertara de una pesadilla me sorprendo gritando “¡Que quieren que vaya a los San Fermines en bici!”.

Evidentemente conocía de buena tinta estas fiestas, su fama les precede, y se me pusieron los pelos de punta al pensar que tal vez la idea del proyecto es que yo corriera delante de los toros en el encierro, aunque al aplicar la lógica di por echo que eso resultaría imposible. De igual manera el intentar montar en bici por calles de la capital Navarra y rodeado de miles de personas con ganas de juerga, algunas de ellas en estado de embriaguez, tampoco me convencía de que nuestra idea pudiera finalizar con éxito. A decir verdad no se cual de las dos vertientes de la idea resultaría más peligrosa.

Un San Fermín sobre ruedas

Lo primero que llamo mi atención en que nada más entrar en Pamplona la más mínima idea de conseguir aparcar mi coche se esfumaba. Busque sitio en un polígono cercano y recorrí un par de kilómetros en bici hasta que el bullicio, el olor a alcohol y llamémosle por su nombre, la basura, me indicaban que empezaba a estar cerca de una de las calles más famosas del mundo: la calle Estafeta.
Un San Fermín sobre ruedas

Muy cerca de este lugar había quedado con Ismael, el fotógrafo, para ver si con suerte conseguíamos ver algo de la corrida entre los barrotes de las vallas. Terminamos viendo el encierro desde la puerta de un bar, el porcentaje de gente que había conseguido sobrevivir a la noche pamplonica era mucho más alto de lo que yo imaginaba. Nuestra misión, montar en bici en los lugares más carismáticos de las fiestas, empezaba a preocuparme.

Un San Fermín sobre ruedas

Nuestra primera parada resulto ser la Plaza del Castillo, un punto de encuentro para los pamplonicas y que como por arte de magia nos ofrecía la visión del Hotel La Perla, mundialmente famoso por ser, el lugar donde el Premio Nobel, Ernest Hemingway se hospedaba en sus visitas a San Fermín, concretamente en la habitación 217. La gente nos mira con sorpresa, lo cierto es que era un momento del día en el que había mucha gente que todavía no se había acostado y otros que habían madrugado para disfrutar cada uno a su manera de estas fantásticas fiestas. Me sorprendió ver lo bien que la gente nos acogió, tal vez pensaran que estábamos locos pero en ningún momento nadie se molesto por salirnos del guion de lo que debería ser un típico día en San Fermín. Incluso hubo gente que nos seguía para disfrutar con lo que estábamos haciendo, algunos aplaudían y disfrutaban como si por un momento nosotros fuéramos también parte de esta fiesta.

Un San Fermín sobre ruedas

Recorrimos lugares y rincones de una encantadora Pamplona en fiestas, la estatua de Hemingway, la entrada a la plaza de toros, la anteriormente citada calle Estafeta, el monumento al Encierro, la Plaza Consistorial, y un sinfín de rincones que esconde el casco antiguo hasta terminar por la noche en las inmediaciones de la murallas, donde disfrutamos de los fuegos artificiales que indicaban que el ultimo día de las fiestas había llegado.
Un San Fermín sobre ruedas

Es peculiar ver cualquier fiesta del mundo desde fuera, gente tumbada en el suelo, algunos durmiendo en los bancos, restos por el suelo de lo que fue la noche, cristales, restos organicos… A medida que el día iba avanzando lo que a priori hizo que mis ruedas casi se quedaran pegadas, esa misma sustancia ahora hacia que volaran, habíamos conseguido integrarnos de una forma un tanto rara en una fiesta que os aseguro no pienso perderme el próximo año, aunque eso si, creo que esta vez dejare mi bicicleta en casa e intentare vivir la fiesta como al maestro Hemingway le hubiera gustado, a lo grande.

Un San Fermín sobre ruedas
Texto David Cachon
Fotos Ismael Ibañez