La Vuelta a España: el deporte no puede ser rehén de la política


La Vuelta ciclista a España debería ser un escaparate del deporte, de la superación y del esfuerzo colectivo. Sin embargo, en esta edición hemos visto cómo la política se ha colado en la carretera, transformando lo que debería ser una fiesta deportiva en un escenario de tensión y polémica. Protestas, neutralizaciones de etapas, amenazas a la seguridad de los ciclistas… todo ello nos obliga a reflexionar: ¿debe el deporte servir de altavoz a intereses políticos? La respuesta, clara y firme, es no.


El ciclismo como deporte universal


El ciclismo, más que muchos otros deportes, simboliza la unión. La Vuelta recorre pueblos, ciudades y carreteras de todo tipo, mostrando la diversidad del país y acercando a miles de aficionados que, sin importar sus ideas o creencias, se agolpan en las cunetas para animar. Ese espíritu es lo que convierte a esta competición en un evento único.

Cuando introducimos mensajes políticos en este escenario, lo que hacemos es romper esa neutralidad. El deporte deja de ser un terreno común y se convierte en un campo de confrontación. La bicicleta debería ser símbolo de libertad y esfuerzo, no de disputas ideológicas.


La política tiene sus espacios, el deporte los suyos


Los organismos políticos disponen de herramientas y foros suficientes para debatir y defender sus posiciones: parlamentos, medios de comunicación, instituciones internacionales. Usar el deporte como plataforma no solo es injusto, sino que transmite un mensaje equivocado: que solo interrumpiendo, manchando o instrumentalizando un evento deportivo se puede llamar la atención sobre un problema.


Ese es un precedente muy peligroso. Porque si hoy es un conflicto internacional, mañana puede ser otro tema, y pasado otro distinto. ¿Qué pasará entonces? ¿Permitiremos que cada gran vuelta, mundial o Juegos Olímpicos se conviertan en una arena política? El resultado sería la pérdida de credibilidad y la degradación del deporte como espacio de unidad.


El riesgo para los protagonistas: los ciclistas


No podemos olvidar a quienes verdaderamente se ven afectados: los corredores. Ellos entrenan durante meses, sacrifican su vida personal, viajan lejos de sus familias y ponen el cuerpo al límite para darnos espectáculo. Ver cómo su seguridad queda comprometida por protestas que buscan visibilidad política es un insulto a su esfuerzo.


Lanzamiento de objetos, alteraciones del recorrido, incertidumbre sobre la continuidad de la carrera… todo ello afecta directamente a su integridad física y mental. El ciclismo es ya de por sí un deporte duro y arriesgado; añadirle peligros externos derivados de la política es inaceptable.


El deporte como vía de unión, no de división


Uno de los mayores valores del deporte es su capacidad para unir a personas muy diferentes bajo una misma pasión. No importa el idioma, la bandera o las ideas políticas: en la carretera todos animamos a los ciclistas, todos celebramos el espectáculo. Esa es la magia que convierte al deporte en patrimonio común.

Si dejamos que la política lo invada, perderemos ese espacio neutral que tanto necesitamos en tiempos de polarización. En vez de unir, el ciclismo dividirá. En vez de ser un ejemplo de esfuerzo colectivo, se convertirá en un escaparate de confrontación. Y eso no podemos permitirlo.


El papel de los organismos internacionales del deporte


No basta con pedir a los políticos que se mantengan al margen del deporte: también los organismos que dirigen el deporte deben asumir su responsabilidad. En los últimos años hemos visto cómo equipos ciclistas llevan en su propio nombre a países o gobiernos, convirtiendo lo que debería ser un patrocinio deportivo en una herramienta de propaganda institucional.


Esto es un error. La UCI y otras federaciones internacionales deberían limitar o prohibir que los equipos compitan bajo denominaciones directamente ligadas a países o regímenes políticos. Lo mismo debería aplicarse a la publicidad en maillots o equipaciones. El deporte debe estar patrocinado por marcas, empresas o entidades privadas, no por gobiernos que buscan mejorar su imagen internacional a través de los éxitos deportivos.


Evitar este tipo de asociaciones no solo protegería la neutralidad del deporte, sino que reduciría los conflictos. Porque cuando un equipo compite con la bandera o el nombre de un país en el maillot, es inevitable que aparezcan protestas y tensiones que nada tienen que ver con la competición. Separar claramente deporte e intereses estatales es una condición indispensable para preservar la pureza del espectáculo.


Conclusión: mantener la pureza del deporte


La Vuelta a España no puede ser un altavoz político, ni una tapadera para los problemas que algunos no saben o no quieren resolver en sus espacios naturales. La política debe quedarse en los parlamentos, en las instituciones y en el debate público. El deporte, en cambio, debe ser un refugio de neutralidad, esfuerzo y pasión compartida.


El ciclismo nos recuerda cada día lo que significa avanzar con sacrificio, superar obstáculos y celebrar la victoria del esfuerzo humano. No lo contaminemos con intereses que nada tienen que ver con el espíritu del deporte. Mantengamos la carretera limpia de ideologías y dejemos que las bicicletas hablen por sí solas.


Autor: Juan Martin Fernan

foto Unipublic / Cxcling / Antonio Baixauli


1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo, Una verguaenza lo que esta pasadndo con la vuelta, se estan cargando esta edicion... y a saber las proximas

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